Parque Tambo del Inca
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Este proyecto es parte del estudio de organización territorial del barrio Tambo del Inca.
Lo primero que se nos ocurre al trabajar el diseño de un parque infantil es un taller de imaginarios con los niños. Sin embargo muchas veces este tipo de talleres sirven para lavar la conciencia del diseñador y su compromiso comunitario y no arrojan directrices válidas puesto que los niños y más aún sus padres, en estos casos, muestran sus deseos de lo que han visto o lo que convencionalmente sienten que es un parque infantil: resbaladeras, columpios, sube y bajas; mas no algo que sea del lugar o de ellos mismos. Algo que represente su propia manera de jugar.
Lo primero que se nos ocurre al trabajar el diseño de un parque infantil es un taller de imaginarios con los niños. Sin embargo muchas veces este tipo de talleres sirven para lavar la conciencia del diseñador y su compromiso comunitario y no arrojan directrices válidas puesto que los niños y más aún sus padres, en estos casos, muestran sus deseos de lo que han visto o lo que convencionalmente sienten que es un parque infantil: resbaladeras, columpios, sube y bajas; mas no algo que sea del lugar o de ellos mismos. Algo que represente su propia manera de jugar.
El proceso que siguió nuestro taller fue muy sencillo pero nos hizo conocer la realidad de los niños y sus verdaderos afectos lúdicos. Nuestro diagnóstico se basó en compartir el juego cotidiano con los niños. Partimos del pequeño espacio de juegos que tenían, un subibaja en desuso y fuimos a jugar en donde realmente consolidaban sus fantasías: el bosque, un bosque que sería lastimosa pero necesariamente talado debido al proceso de urbanización que se llevaría a cabo en el barrio. El juego de los niños era sencillo pero contundente, colgarse, esconderse, resbalarse, revolcarse, con la vegetación, sobre los árboles, en la pendiente y con la acequia. Nuestro diseño debía contemplar esta realidad y no los prejuicios de sus padres que trataban de imponer sus propios imaginarios.
El taller de construcción participativa fue una experiencia que me brindó mucha más satisfacción de la que esperaba. Mis expectativas se ceñían a conocer las técnicas y procesos locales y comprender en carne propia la cantidad de trabajo físico necesario para levantar una edificación, sin embargo, lo más significativo fue entender el funcionamiento interno de un taller de esta clase. Los alumnos se mostraban constantes y organizados, con una clara conciencia de que están en un proceso de aprendizaje y que las cosas pueden y deben fallar, sin que esto tenga por qué afectar su motivación. El maestro se mostraba con una actitud de apertura y entusiasmo, lo cual ayudaba en la resolución de problemas con la comunidad. Entonces, termino llena de satisfacción al comprender que un proyecto participativo no es más que una suma de voluntades que levantan un proyecto hecho por todos y para todos.
Elaine González Voluntaria (Chiguagua Mexico) |
tambo_del_inca_texto.pdf | |
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